«MERCADO DE HIERRO» DE DA GUARDA

La venta de pescado, carnes y verduras a finales del siglo XIX en A Coruña se realizaba de una forma un poco caótica en calles, en los bajos de algunas casas y mercadillos como los de Santa Catalina, Penal de Santa Lucía o en el Campo de la Leña. Todo de una forma anárquica, con poca limpieza e higiene. El ayuntamiento empieza a ver la necesidad de concentrar la venta en un edificio acorde con las necesidades, encontrándose con la dificultad de falta de dinero para abordar su construcción.
Una vez más surge Eusebio da Guarda ofreciéndose a costear la obra con intención de construir un mercado de hierro a imitación del Borne y San Antonio de Barcelona, de la Cebada en Madrid o del Val en Valladolid. En esas estaban, cuando el mecenas muere en 1897 dejando en su testamento un legado para tal fin.
Se inician las obras, diseño de Pedro Mariño, en el antiguo Campo de Carballo en 1901 rematándose en 1905 el Pabellón Central que es para lo que da el dinero dejado por Don Eusebio. Las obra continúan con otros dos pabellones, el Norte y el Sur, inaugurándose en 1910, estas obras ya con dinero municipal.
Ahí estuvo: señorial y bello hasta que en 1958 otros responsables deciden tirarlo desapareciendo definitivamente en 1963. Una verdadera pena.
Guardo alegres recuerdos de las visitas que hacía a aquel mercado acompañando a mi madre. Me encantaba recorrer los puestos y disfrutar con los productos que allí se exponían. El pescado me atraía de una manera especial con aquellas patelas de madera donde se acumulaban las fanecas, meigas o peones que eran los que más me gustaban o para los días de fiesta los besugos y rodaballos. El ambiente era de gritos, ¡quita que mancho! de los hombres que tiraban de las cajas de madera cargadas de pescado que habían venido en los carros de mulas desde el Muro. Gritos de las pescaderas que ofrecían su producto o llamaban a las compradoras para aceptar el regateo ofrecido. El pescado, sin limpiar, se envolvía en papel de periódico y el más apropiado era La Voz pues al ser más grande se envolvía mejor. El envoltorio pasaba directamente a una bolsa de malla que llevaba mi madre. Así que al llegar a casa se podía leer alguna noticia pegada a un ojo de merluza o entre las meigas aparecía un trozo del “Sol a Sol” del bueno de Bocelo, las victorias del Depor o la película que ponían en el Equitativa.
Los pollos, conejos estaban vivos en unas jaulas de tupidas mallas de alambre esperando el certero cuchillo o el fatídico golpe.
Al lado de la pollera, donde compraba mi madre, había una mujer que vendía variados productos: café, licores, tabaco, toallas… decían que le habían puesto una multa y hasta le habían cerrado el negocio tiempo atrás.
José María, hombre grande y simpático, vendía la ternera. Le faltaban dos dedos de una mano, cuando alzaba la macheta para cortar las chuletas, me ponía muy atento para ver si acertaba bien en el costillar o salía algún dedo más por los aires.
Más tranquilidad había en la frutería donde Elvira vendía patatas de Carballo, grelos, guisantes que al llegar a casa me encargaría de desgranar. Comentaba Elvira que la primera vez que había ido al cine con su marido cuando en la pantalla apareció la carga del Séptimo de caballería echó a correr gritando “¡corre Elvira que nos arrollan!”, “con ese hombre no se puede ir a ningún sitio”. También estaba Soledad y su madre con un moño perfecto que recordaba al de mi abuela. Vendía fresas, manzanas, claudias o cereza mollar de rabo largo. Siempre marchaba de su puesto con pendientes.
Al final íbamos a las panaderías. Los inmensos panes de peso de Carral, los cuernos de pan gramado, los palitos o los panes de anís y las suelas. ¡Qué apetecible estaba todo!
Cuando, ahora, voy al mercado todo es silencio, limpieza, tranquilidad. Al entrar en el Fnac, en Stradivarius, en Factory o en cualquiera de las tiendas que forman parte del mercado, entre las novedades literarias, las pantallas de plasma, las blusas de la última moda o los chocolates creo oler las fresas de Soledad, los cuellos de los pollos decapitados o un trozo del “Sol a Sol” de Bocelo. ¡Qué cosas pasan con los años!

 

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Año: 191..  Foto: Blanco
191 . arquivo do reino (3)
Año: 191.. Foto: Ferrer
1901-1905. Foto Blanco
Pabellón Central o de la Pescadería. Año: 1905… Foto: Blanco

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2 opiniones en “«MERCADO DE HIERRO» DE DA GUARDA”

  1. Te suena Luis Caparrós ? Recuerdo el «De sol a sol» de Bocelo. Yo leía la Voz después de mi padre y estaba enteradísima de las andanzas de Lumumba en Katanga ☻

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