¡HABLAD BIEN! NO CUESTA NADA

Plaza de Lugo. Año: 1965. Fuente: Ernesto Díaz Noriega

Recuerdo en mi infancia ver pegado en mercados y estaciones de ferrocarril carteles como el de la fotografía. La blasfemia se oía sobre todo en donde el personal hacía trabajos físicos en compañía de animales. La expresión “habla como un carretero” algo tendrá que ver. Hay zonas, país vasco, donde la expresión “cagüendi…” se usa como una muletilla en el habla común: si hace frío o calor, si llueve mucho o poco,“has llegado tarde cagüendi…”

Hace muchos, muchos años en el aparcamiento de la playa de Bastiagueiro al bajar del coche escuche gritos de “Mecagüen d…” ¡sinvergüenza!, ¡qué hay niños!

Miré a todos lados viendo a un amigo poniéndose los pantalones después de sacarse el bañador al lado de su coche. Supuse que podía necesitar ayuda y la situación divertida. Me acerqué al enfurecido, sin mediar palabra le espeté “¡delante de niños, blasfemando!” “¡Lo que hay que oír!” “Perdón, es que me ha puesto, cómo me ha puesto al verle en pelotas”. El simple hecho de cambiarse un bañador había alterado la tranquilidad de un ciudadano de moral alta y verbo fluido.

Tengo otra vivencia en un partido de fútbol contra los salesianos. El extremo corría por la banda, ante una entrada del defensa perdió el balón gritando “¡mecagüen d…!” percibiendo que al lado estaba el entrenador, salesiano con sotana, se paró en seco “perdón”, “¡cágate en lo que quieras pero sigue jugando!”. La pasión puede hasta disculpar el lenguaje desenfrenado.

¡Qué mal hablada es la gente! La madre se quejaba, en tutoría, del lenguaje de su hijo. Todo correcto, su preocupación era admisible pero… sus explicaciones las iba acompañando de la muletilla “cagüendios que mal hablado es mi hijo”. He de decir que la señora no era vasca.

De niños decíamos “hablar bien no cuesta un carajo y quedas de puta madre ante la puta sociedad “

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