La Solana es una sociedad recreativa muy conocida en la ciudad, muchas veces unida a polémicas sobre invasión de terreno público o privado, permisos de ampliaciones y siempre un lugar de esparcimiento privado.
Nace en 1941 en unos terrenos que habían quedado vacíos al tirarse la Cárcel Real en 1929. Es en ese año cuando Armando Casteleiro joven nadador local, sin piscina, pide permiso al ayuntamiento para construir en el solar la primera piscina de la ciudad.
Para llevar a cabo el proyecto se une a Aurelio Ruenes y al arquitecto municipal Rey Pedreira naciendo La Solana. El Banco Pastor con Barrié forma parte también de la sociedad decidiendo emprender la construcción del Hotel Finisterre en 1948.
A mediados de los sesenta La Solana continúa su expansión consiguiendo los permisos para ampliar sus instalaciones sobre la playa del Parrote. Las pistas de tenis, piscinas al pie de la muralla son un hecho.
Con la construcción del paseo marítimo se corta la salida al mar de las instalaciones, ampliándose en el terreno entre las murallas y el paseo.
Dejo unas fotos que explican la transformación del lugar desde que estuvo la Cárcel Real (1760-1929).
CASTILLO DE SAN ANTÓN. Construido en el siglo XVI nos ha defendido de invasiones diversas, incluidos ingleses, acogió a los marinos sospechosos de traer enfermedades infecciosas y prisión militar. Entre sus inquilinos forzosos estuvo Porlier que fue sacado de sus instalaciones para ser ejecutado en el Campo da Forca. Desde 1968 es un interesantísimo Museo Arqueológico.
El terreno sobre el que está construido fue isla uniéndose a tierra por un pequeño puente en 1940.
En estos días de confinamiento subo desde mi lazareto unas fotos del Castillo para hacer un paseo virtual.
“Pie de foto” imagen acompañada de pequeño texto sobre un recuerdo, proyecto; sugerencia o provocación.
La casa de la foto es la del
“indiano” Benito Agar que en 1779 la construye en la calle Real 1,
continuación por lo que hoy es calle Agar y Marina.
Apreciamos en el vértice derecho del frontón sobre una
ventana el deterioro ocasionado el 20 de julio de 1936 cuando el Gobierno Civil
fue bombardeado desde el Parrote. En aquellos tiempos el Gobierno Civil
compartía sede con el teatro Rosalía.
El bombardeo iniciado la tarde del 20 de julio por una
batería de artillería duró apenas unas horas. Durante el bombardeo muere el
cabo Santiago Gómez al explotarle un proyectil.
En la sede del gobierno civil se habían atrincherado el
gobernador civil Pérez Carballo con unos guardias de asalto y algún voluntario intentando
defender el poder establecido frente a los golpistas. A media tarde se rinden
siendo detenidos y llevados a la cárcel de la torre. Cuatro días después fue
fusilado en el Campo da rata.
Su mujer, Juana Capdevielle, también es detenida y aparece su
cuerpo, en una cuneta de la N-VI, en las cercanías de Rábade a mediados de
agosto. Estaba embarazada.
En esa muesca de la fachada mirando a la Marina queda el triste recuerdo
de una tragedia.
La plaza de Vigo era el lugar de juegos en mi infancia a principios de los sesenta y allí enfrente estaba la comisaría de la foto antes de pasar a la Avenida del Puerto. La comisaría era la amenaza para que en nuestros juegos no nos desmandásemos mucho, parecida advertencia caía sobre la pandilla cuando nos emocionábamos en el cine Equitativa con el lanzamiento de cáscaras de pipas, pepitas cheirentas o con alborotos cuando rompía la cinta y el acomodador, Sr. Chousa, no daba controlada a la parroquia.
La fotografía de la vieja comisaría aviva los recuerdos de los sucesos de comienzos de los sesenta en la ciudad. Me gustaba hojear la prensa. Los sucesos truculentos y las crónicas deportivas me llamaban la atención, que junto con las narraciones de la Historia Sagrada que leíamos en el colegio, fueron acercándome a la lectura. Aquellos hechos perduran en la memoria avivados por paseos por los lugares donde ocurrieron y en conversaciones sobre la infancia.
El secuestro de Pepito Mendoza coronó mi interés y mi angustia por lo que me podría pasar. Aquel niño que desapareció una tarde cuando jugaba con sus hermanos en los Jardines de Méndez Núñez y fue devuelto en la iglesia de los jesuitas unos días después. La prensa, la radio, las conversaciones de los mayores daban vueltas a lo mismo. Oía que habían vaciado el estanque de los peces, que lo habían visto por Monte Alto. Todo eran conjeturas sobre lo que podría haber sucedido con el pobre niño. Hasta que lo devolvieron un poco rapado, pero sano. La gente se apiñaba en la acera del teatro Colón enfrente de la casa de Pepito. La mujer que lo secuestró lo hizo para justificar la existencia de un niño delante del hombre con el que se quería casar intentando convencerle que era de él. Hace unos años tuve conocimiento por la prensa de la muerte de Pepito Mendoza en Valencia, donde desarrolló su vida como reportero gráfico.
¿Qué sucedió en la esquina de la calle Fonseca con Payo Gómez? Pues la muerte de un gitano que entró a robar en el viejo mercado de la Plaza de Lugo a finales de los cincuenta. Era de madrugada y un guardia municipal disparó por la espalda a un hombre que salía a la carrera y no obedeció la orden de detenerse. Creo recordar que lo robado era un mandil del puesto de una frutera, es el día de hoy que, a veces, al pasar por el lugar recuerdo el trágico suceso.
Había acontecimientos divertidos como aquel del invierno del 60 en que un ballenero perdió un cachalote, quedando varado en el Orzán. Los comentarios y visitas, acompañadas del olor nauseabundo, a la playa durante unos días fueron constantes. Allí nos acercamos la chavalería a contemplar como troceaban el inmenso animal y lo llevaban unos esforzados hombres a cuestas a unos camiones para trasladarlo a la factoría de Caneliñas para convertirlo en harina. Tengo un amigo que con la emoción de tanto trasiego se olvidó de volver a clase en el cercano colegio de los salesianos. Olvidar se olvidó de la clase, pero se acuerda todavía de las consecuencias.
Al espectáculo veraniego que concentraba a la afición, las noches de los sábados, en la plaza de toros para disfrutar con la lucha libre, también llegó la tragedia. Era el verano del sesenta y se enfrentaba Celso Sotelo, ídolo local, contra un luchador valenciano de nombre Ferrando. Después de la pelea, en la pensión, Ferrando se sintió indispuesto, falleciendo aquella madrugada. Años después un querido profesor nos comentaba en clase que él estaba en la misma pensión y que Ferrando ya estaba algo mal por la tarde, que le animaban a que no pelease ese día, pero se empeñó en ir, pues era una revancha. Añadía el profesor que la lucha sería teatro, pero el cuerpo de Ferrando estaba molido.
Termino con la tragedia que unos años después sucedió en el puerto a la altura de la antigua Pebsa donde un marinero de Noia asesinó a un taxista para robarle 800 pesetas. Tiró el cuerpo al mar, apareciendo el cadáver a la altura del Parrote unos días después. «Doume a toulada» comentó en comisaría al preguntarle el porqué.
¡El poder que ha tenido la vieja foto de la comisaría de la plaza de Vigo! Hoy parecidos sucesos casi pasan desapercibidos. Los hechos violentos los asimilamos de distinta forma, son tantos y tanta información que no hacen poso, son sucesos de usar y tirar. Ninguna foto podrá avivar algo que no está en la memoria.
El humor gráfico de mediados del pasado siglo solía añadir a pie del dibujo un escueto: “Sin palabras”, cuando no tenía texto. Retomo esa expresión que en principio es algo así como: “Todo está dicho”, para titular esta nueva categoría en el blog. Pondré dos fotos, una antigua y otra actual, sin comentario. Daré información del lugar, año y autor; dejando a los blogueros los posibles comentarios. Titularé cada entrada con “Sin palabras 1, 2, 3…”. Espero que entretenga a alguien.
La cárcel está en funcionamiento desde 1760 hasta 1929. Se construye al mismo tiempo que el Palacio de Capitanía, teniendo muchos problemas de financiación se recurre al impuesto sobre la sal y cuando se termina se establece un arbitrio sobre el vino. Aún así el arquitecto no cobra hasta ocho años más tarde.
Dicen las crónicas que podía haber hasta trescientos prisioneros entre hombres y mujeres. Había varias estancias: dos enfermerías, salas para presos distinguidos, Sala de Tormentos, la correspondiente capilla donde los que iban a ser ajusticiados aguardaban dos días. La ejecución se realizaba en la Praza da Forca, hoy Campo da Leña.
Javier Alvajar cuenta en “La Coruña de mi niñez”: “El primer recuerdo que me causó una gran y por qué no decirlo, desagradable impresión, fueron los soldados que hacían guardia en el puente que, atravesando la calle, iba desde la Cárcel Vieja a la Audiencia, que , en aquel tiempo, estaba en el ala derecha de la Capitanía General.
Además, en la parte de atrás de la Cárcel, había cuatro ventanas con unas enormes rejas de hierro que en las mareas altas quedaban sumergidas, lo que nos hacía pensar, en nuestra imaginación infantil, que los presos debían pasarlo muy mal. Esa debía de ser también la opinión de las autoridades, que no se atrevían a meter a los presos políticos en semejante sitio. En efecto en aquellos tiempos a los presos políticos los encerraban en el Castillo de San Antón”
Durante su funcionamiento convivían en la ciudad otras cárceles más pequeñas como la que había en la calle de Herrerías que estuvo en funcionamiento desde comienzos del siglos XV hasta finales del XIX, la cárcel de mujeres, en la calle de La Galera, de ahí su nombre, cerca del callejón de Canuto Berea que se cierra también a finales del XIX, el convento de San Francisco del 1834 al 1879, el castillo de San Antón, para políticos y militares.
Las condiciones llegaron a ser tan denigrantes que se tira en 1929 y se pasa a usar la nueva enfrente de la Torre de Hércules, otras vistas al mar.
El solar no es utilizado hasta 1941 cuando un joven nadador coruñés, Armando Casteleiro, consigue que el Ayuntamiento le de permiso para construir una piscina en su lugar, la primera en toda la ciudad, naciendo La Solana. “Siempre pensé que el Sr. Casteleiro se había hecho con este solar por los servicios prestados al “glorioso movimiento”. Dice Alvajar en su publicación ya citada.
Se junta en este proyecto con Aureliano Ruenes, un hombre hecho a sí mismo que hoy llamaríamos emprendedor. Emigrante con doce años a Argentina vuelve a Galicia y reinvierte en numerosas empresas entre las que están Almacenes de coloniales, Chocolate Expréss, distribución de medicamentos hasta llegar a ser presidente del Deportivo en dos ocasiones y Santiago Rey Pedreira, arquitecto municipal entre 1930 y 1954, que hace el proyecto del Hotel Finisterre. También construye el mercado de San Agustín, Estadio de Riazor, edificio Torres y Saez, Torre Coruña y el Palacio de los deportes.
En la sociedad se mete el Banco Pastor y se construye, en 1948, el Hotel Finisterre y ya en 1965 desaparece la playa del Parrote rellenándose con las nuevas instalaciones de La Solana. La transformación de espacio público en una explotación privada está concluida.