Leyenda, historia; símbolo, emblema; Patrimonio de la Humanidad que nos mira y la miramos con cariño. Nos conoce. No en vano lleva ahí desde el comienzo, desde los orígenes en que unos hombres se adentraban en el mar embravecido, bajo su protección, o abrían las entrañas de la tierra a sus pies para cultivar el sustento.
Ella estuvo en el principio y sigue estando, disfrutemos con su presencia.
Jose Luis no dudaba de subirse a la avioneta para con su objetivo escudriñar los más diversos lugares. Las espléndidas fotos que publico en el blog, gracias a su generosidad, fueron tomadas entre los años 1988 y 1992.
Al ver estas bellas fotografías vienen a mi memoria viejas canciones que acompañaban a los juegos infantiles de comba, corro, mariola, pies quietos…
Al pasar la barca
me dijo el barquero
las niñas bonitas
no pagan dinero.
Yo no soy bonita
ni lo quiero ser
arriba la barca
una, dos y tres….
Soy la reina de los mares
ustedes lo van a ver
tiro mi pañuelo al suelo
y lo vuelvo a recoger…
Fotos que traen el recuerdo de juegos prácticamente desaparecidos de parques y jardines. El juego ha ido cambiando, y aquellos que solo necesitaban una cuerda o un palo para trazar en la tierra unas líneas para delimitar el campo de la mariola ya no se ven. Han ido sustituyéndose por parques muy bien dotados con toboganes, estructuras, columpios, balancines con suelos blandos para que los niños no dañen sus rodillas. Forman una maraña sinfín de artilugios de colores por donde corren, saltan, suben, bajan niños y niñas.
Más alejados, pandillas de chicos y chicas sentados en bancos o en el suelo absorbidos por las pantallas de los móviles inmersos en juegos fantásticos. No se hablan, cada uno está en su privacidad conectado con el juego.
En las fotos solo se ven niñas con sus falditas y algún sombrerito, acompañadas de madres y niñeras elegantemente vestidas. ¿Dónde están los niños? Pues con las bujainas y canicas, intentando desde el gua, conseguir las bolas de los compañeros de juego para pasarlas a los bolsillos rebosantes o a la bolsita de tela tintineante envidia de la pandilla. Estarán en los interminables circuitos para ser recorridos con las chapas conseguidas en las terrazas de los cafés, o en las luchas entre policías y ladrones, saltando setos o subiendo árboles temiendo siempre la llegada del jardinero y dejando en las rodillas las huellas de una jornada divertida.
Cuánta nostalgia hay encerrada en estas fotos.
Frías, Burgos. Una vez más me acerco a Frías saludando al puente sobre el Ebro, medieval de nueve arcos con torre en el medio donde se pagaba peaje en otros tiempos. Elevamos la vista y disfrutamos de la muralla defensiva. Ya en la ciudad nos volvemos a sorprender con la torre del castillo de los Velasco, sus largas calles, pequeñas plazas y las casas colgantes pegadas a las rocas como lapas de cuento de hadas. Todo un conjunto de adaptación al medio y a la necesidad de protección.