La foto me impresiona. El recogimiento, el acompañamiento al más allá. El coche fúnebre acompañado de coronas y rezos de los sacerdotes, arropados por el saludo de devotos camaradas que dan el último adiós. Hay un detalle en esta foto que no quiero pasar desapercibido. Es la mujer en la ventana entornada de la izquierda tras la cual se esconde y protege. Percibo en su actitud vergüenza y miedo. No abre la ventana, no se suma al último homenaje, se retrae ante el paso del féretro. ¿Por qué?
En su camino al cementerio serán muchas las demostraciones de cariño y afecto al difunto. Cuando al final de la tarde ya repose en la soledad de su tumba y la luz de la Torre comience a iluminar las sombras de la noche, cuando los camaradas inicien el regreso a sus casas, entre negros recuerdos, por las calles de Orillamar, de San Juan, cuando en el hogar del difunto sus familiares lloren en intimidad, en la cercana casa la mujer de la ventana encaminándose a la cama se acordará en silencio, pensará lo vivido unas horas antes y dando un profundo suspiro y entornando los ojos dirá: ”lo vi pasar”.
Un poco…
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Solamente una mirada
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Creo que ya lo comenté. La mujer del balcón no quiere levantar el brazo.
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